El próximo Uber... ¿la Administración Pública?
Según The Guardian, 250.000
puestos de trabajo en el sector público del Reino Unido (sobre un total de
algo más de cinco millones) están en riesgo de aquí a 2030 por la automatización,
los robots y la inteligencia artificial.
Según The Guardian, 850.000
puestos de trabajo en el sector público del Reino Unido (sobre un total de
algo más de cinco millones) están en riesgo de aquí a 2030 por la automatización,
los robots y la inteligencia artificial.
No, no me he liado con el copy-paste. En apenas cuatro
meses, dos estudios arrojan las cifras de las que se hace eco el medio inglés.
El primero y más reciente, del think tank
británico Reform,
cifra el ahorro presupuestario por la reducción de empleo en unos 4.000
millones de libras anuales; el segundo, de la Universidad
de Oxford y Deloitte, eleva el recorte a 17.000 millones de libras anuales.
La cuantitativa, siendo muy sustancial, no es la única
diferencia significativa entre ambos informes. Según Deloitte, por ejemplo, los
empleos en el NHS (Servicio
Nacional de Salud) estarían “relativamente protegidos”, mientras Reform los
amenaza en decenas de miles. Solo hace falta leer
alguna noticia reciente para estar del lado de esta segunda opinión.
Del mismo modo, y también me convence, Reform piensa que el
90% del personal que atiende al público podrá ser reemplazado por chat bots, en tanto Deloitte considera
que los puestos que tienen que ver con la atención al público se verán menos
afectados.
La divergencia de visiones y cifras pone de manifiesto la
dificultad de establecer predicciones en este terreno. Sin embargo, tomando
como referencia a Brynjolfsson
y McAfee, son las tareas rutinarias y eminentemente intelectuales las más
amenazadas por la automatización: precisamente, el tipo de tareas que
desempeñan buena parte de los funcionarios públicos.
Por tanto, cifras y plazos al margen, parecería que tanto
Reform como Deloitte aciertan en la tendencia. Tendencia, por cierto, más
acusada en la medida en que los diferentes gobiernos vayan terminando con la tiranía
del papel.
Pareciera que el camino es imparable, pero surgen
necesariamente las preguntas: ¿intentará la dirección política gestionar la
transición de la manera más beneficiosa para el ciudadano o buscará la (inútil)
manera de poner
puertas al campo? ¿se antepondrá la preservación del empleo en un entorno
fuertemente sindicalizado o se priorizarán unos servicios públicos de más
calidad, más inteligentes y más eficientes en lo económico? ¿se habilitarán
medidas de capacitación y reubicación laboral de los funcionarios afectados? ¿se
anticiparán por fin los cambios que se vienen en el largo plazo o se seguirá
gestionando a golpe de coyuntura? ¿se
habrá equivocado Asimov también con la llegada de los robots a lo público?
[Nota al margen: interesantísimo el informe de Reform, que bien
se merece una lectura. Como muestra, la siguiente cita para cerrar el artículo.]
The report finds that the current workforce is a legacy of past approaches. It is built around siloed attitudes of yesterday’s governments and fails to embrace technology and new ways of working to meet users’ needs in the most effective ways. A traditionalist mentality fails to cultivate a culture of change: mistakes are covered up, risk-aversion is rife and leaders have not built the workforce around the needs of users.
[Atribución de la imagen de cabecera]
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