La Fundación, Trantor y la tecnología en la Administración


La Trilogía de la Fundación es una obra de Isaac Asimov que relata, en un futuro muy lejano, la decadencia de un gran imperio galáctico que se extiende a través de millones de planetas.

En ese futuro, el desarrollo tecnológico en determinados ámbitos es asombroso: las naves espaciales pueden saltar al hiperespacio y recorrer distancias de años-luz en un parpadeo; la energía atómica ha sido dominada hasta poder ser la base de escudos personales o de los electrodomésticos de los hogares; el armamento existente, temible, es capaz de destrozar mundos enteros.

En el centro de la galaxia, el planeta Trantor es la capital del imperio. El único espacio verde en toda la superficie es el jardín del palacio del emperador. El resto son enormes edificios metálicos en los que viven y trabajan los 40.000 millones de trantorianos, quienes se dedican única y exclusivamente a administrar toda la burocracia que genera un imperio de tan colosales dimensiones.

En ese futuro en el que la tecnología es tan impactante, parece que la labor administrativa no se ha beneficiado de esa evolución. En un pasaje, tras la llegada de una nave a Trantor, sus dos tripulantes se encuentran con

las múltiples complicaciones de un mundo concebido sobre el papel y dedicado al principio del cuestionario por cuadruplicado

Y los trámites para ser admitidos en el planeta fueron cualquier cosa menos sencillos:

Hicieron el alto preliminar, donde llenaron el primero de un centenar de formularios. Hubo cien interrogatorios [...], la toma de fotografías de la nave, el análisis de las características de los dos hombres y su subsiguiente registro [...], el pago del impuesto de entrada y, finalmente, la cuestión de las tarjetas de identidad y el visado de estancia.

Isaac Asimov escribió la Trilogía de la Fundación a primeros de la década de los 50 del siglo pasado, hace algo más de sesenta años. No nos encontramos en un futuro tan lejano como el del imperio galáctico, pero somos capaces de secuenciar el genoma humano por unos cientos de dólares, los vehículos ya son autónomos y la inteligencia artificial una realidad.

Y, sin embargo, seis décadas después, la Administración sigue con ese deje trantoriano de orientación al papel y al formulario por cuadruplicado. ¿No acertó Asimov a prever el futuro de las tecnologías aplicadas a la gestión pública? O, por el contrario, ¿era un visionario que supo anticipar que, por algún motivo que todavía no acierto a comprender, los gobiernos se mostrarían lentísimos en la adopción de las innovaciones tecnológicas?

Sea cual sea la respuesta, si no lo has hecho, no dejes de leer la Trilogía de la Fundación.

[Publicado originalmente en Linkedin el 7 de noviembre de 2016]