Educación: ¿arma arrojadiza o política de Estado?


Ayer tuve el privilegio de asistir a la cena oficial del VI Congreso del Futuro en el Palacio de la Moneda de Santiago. Privilegio por ver cómo un gobierno, encabezado por la Presidenta Bachelet, y un legislativo, con la Comisión Desafíos del Futuro del Senado al frente, se vuelcan en este gran diálogo internacional con científicos, humanistas y pensadores de primera línea mundial. Privilegio, además, por poder conversar larga y distendidamente con personas de la talla del nanotecnólogo rumano-estadounidense Mihail Roco o del experto sueco en IoT Peter Waher.


Pero (siempre hay algún pero), ayer también pude leer esta nota del BID que analiza en términos generales los resultados del informe PISA 2015 en los países de América Latina y Caribe (LAC) y que comienza con un desolador “LAC vuelve a quedarse en la cola del ranking internacional de calidad educativa”.

Entre alguna nota positiva, que también las hay, me quedo con dos conclusiones demoledoras:

  •  El 50% de los jóvenes de 15 años de la región no cuenta con los conocimientos y habilidades esenciales para participar plenamente en la sociedad. Si se incluyeran a los jóvenes de 15 años que están fuera del sistema educativo y a los estudiantes con extra edad que aún están en primaria (grado 6 o inferior) el porcentaje total de bajo desempeño aumentaría a 66%”. Dos de cada tres.

  • Y si el anterior es el presente, el futuro no es precisamente halagüeño: “Con el ritmo actual de mejora, solo algunos de los países de la región ven en el horizonte alcanzar el desempeño de la OCDE. Perú tomaría 21 años en alcanzar esta meta, mientras que a Trinidad y Tobago y Colombia les tomaría 29 años. Por otro lado, al ritmo actual de crecimiento en el nivel de desempeño, para Uruguay, México, Chile, Brasil y Costa Rica esta meta sería inalcanzable.”


El contraste entre ambas sensaciones es todavía mayor si consideramos el último par de artículos publicados en esta misma página: el desacoplamiento que ya se ha producido entre crecimiento económico y remuneración del empleo, por un lado, y la incertidumbre que se cierne sobre el empleo futuro en un contexto de fuerte incorporación de la tecnología a la actividad productiva en todo ámbito.

Incertidumbre entre la cual solo hay una certeza sólida: la brecha entre trabajadores cualificados y no cualificados se está haciendo paulatinamente mayor, a un ritmo que además acelera. Ante esto, la única respuesta posible  es una Educación cada vez mejor.

Educar a los niños para los trabajos del futuro pasa por proporcionarles un acceso temprano a una educación de alta calidad, por asegurar muy altas tasas de completitud de la educación preuniversitaria, por establecer acceso asequible a la educación universitaria (en países como Estados Unidos, se proyecta que tres de cada cuatro ocupaciones de mayor crecimiento requieren educación post-secundaria), por introducir contenidos STEM desde los niveles iniciales.

Sin embargo, no parece que esta situación haya calado en gobiernos y legislativos. Más bien al contrario, la percepción es que la Educación no es sino otra arma arrojadiza en la contienda política.

Así, la oposición de Perú ha hecho alarde de su mayoría parlamentaria censurando a Jaime Saavedra, Ministro de Educación y único sobreviviente de la primera línea del gobierno Humala, apenas unos meses después de iniciado el mandato de Pedro Pablo Kuczynski. En Chile, mientras tanto, los resultados de la prueba de selección universitaria (PSU) son vehículo de crítica cruzada entre una y otra opción política a propósito de las bondades y defectos de diseños muy concretos de los modelos respectivos.

Del otro lado del Atlántico, en España se está planteando la derogación de la vigente LOMCE, que todavía no ha sido plenamente desarrollada, culminando un delirante camino de seis leyes educativas en un dos décadas. Todo ello ante la mirada crítica de la Unión Europea, que habla de cuestionamiento del marco legal, reducción de la equidad y de un entorno desfavorable en la cooperación universidad-empresa.

En este contexto, comparto plenamente la opinión del Director de Educación de la OCDE, Andreas Schleicher, dedicadas a España pero aplicables de manera general. Por un lado, dice Schleicher,

ha habido una concentración excesiva en la legislación y las normas [que] ha desviado la atención lejos de lo único que logrará mejores resultados de aprendizaje: la calidad de la enseñanza.

Por otro, una verdad incuestionable que parece que todavía no ha calado:

La calidad de la educación nunca será mejor que la calidad de los profesores

Ojalá iniciativas como el Congreso del Futuro sirvan para visibilizar y hacer calar en la agenda política la extrema urgencia de que la Educación sea, de una vez por todas, una cuestión de Estado. La rapidísima aceleración de su impacto en la realidad laboral y social lo hace imprescindible.

Aunque, lamentablemente, me tengo que mostrar escéptico…