Historias de la semana: del sabio en el escenario al guía discreto


“Ha habido una concentración excesiva en la legislación y las normas [que] ha desviado la atención lejos de lo único que logrará mejores resultados de aprendizaje: la calidad de la enseñanza.” Estas palabras de Andreas Schleicher, Director de Educación de la OCDE, dedicadas a España pero aplicables de manera general, volvían a mi cabeza esta semana cuando leía un interesantísimo artículo de un veterano profesor de instituto estadounidense.

La descripción del aula, el cambio metodológico y, sobre todo, la mutación del rol del profesor: del experto en contenidos al facilitador del currículo, del sabio en el escenario al guía discreto. Y todo en muy poco tiempo. “Not 20 years; try 5 or 10.

Sí, la del docente es otra de las profesiones que se están viendo fuertemente impactadas por la tecnología, aunque no creo que en este caso nadie dude del gran beneficio que supone incorporar lo digital a la educación. En lo que no solo hay dudas sino un debate muy intenso es en la posibilidad de poner impuestos a los robots. El Nobel Robert J. Shiller se pone, tibiamente, del lado de Bill Gates y Yanis Varoufakis del mío :-).

Este otro artículo del Institute of New Economic Thinking hace un buen resumen del punto en el que se encuentra el debate y, sobre todo, acierta al señalar que el centro de la discusión no debe ser impuestos sí o impuestos no:

Taxing the use of robotics may or may not be the answer, but the question remains how to compensate for the growing inequality created by our changing economies

Que el diálogo sobre robótica e inteligencia artificial se vaya centrando cada vez más en las consecuencias sociales y económicas de su advenimiento es una muy buena noticia. Pero esto puede opacar el esfuerzo innovador y científico que hay detrás, trabajando silenciosamente en laboratorios y compañías tecnológicas.

The Great A.I. Awakening es una preciosa historia, para leer con mucha calma. La historia de los ingenieros e investigadores de Google Brain, que han transformado radicalmente algo tan cotidiano para todos como el traductor de Google gracias al machine learning.

¿Para cuándo un Google latinoamericano? Imposible saberlo. Pero, esta semana, Argentina ha dado un paso muy importante para hacerlo un poco más posible, aprobando la Ley de Emprendedores. Creación de empresas en un día, apoyo financiero y un impulso a los fondos de inversión y aceleradoras. Precisamente, varios de los siete factores clave que el BID identifica para el efectivo desarrollo del emprendimiento. Gran noticia.


Mientras tanto, otros países avanzan a toda velocidad hacia el siglo XIX.


Es posible que a los dirigentes de esos países les viniera muy bien dedicarle una horita a escuchar atentamente a gente que tiene mucho que decir sobre el futuro que se nos acerca y sobre las medidas que tenemos que adoptar para que ese futuro, el de nuestros hijos, sea el mejor.

La semana que viene, más historias.

[Imagen de cabecera de Arthur Radebaugh]

Cuatro (+1) charlas TED para entender el futuro que se nos viene


Para conocer bien un tema no hay como acudir a las fuentes. Y si las fuentes además, nos ofrecen opiniones en ocasiones contrapuestas y en buena medida complementarias, entonces mejor que mejor. Afortunadamente, en el ámbito de la economía digital que ya se viene, tenemos las TED Talks. Ver - disfrutar, admirar - las cinco charlas que he seleccionado te consumirá hora y cuarto de tu tiempo. Si te interesa este tema, créeme, será una hora y cuarto muy bien invertida.

Sobre Erik Brynjolfsson, director de la MIT Initiative on the Digital Economy, he escrito largo y tendido. Tecnooptimista, defiende que estamos en la segunda era de las máquinas, cuyo impacto económico y social será inmenso porque emplean tecnologías digitales, exponenciales y que escalan en red. Tres factores que, juntos, las hacen imparables. Brynfjolsson sostiene que todavía no hemos visto ni mucho menos su potencial, porque las innovaciones tardan en impactar en la productividad y el crecimiento, ya que requieren que los procesos a los que dan soporte igualmente se transformen.

Pero no todo son buenas noticias en la segunda era de las máquinas. El gran desacoplamiento entre la productividad y el empleo, entre la riqueza y los salarios, es un gran riesgo (si no una gran realidad) de que mucha gente se quede fuera del progreso. Para evitarlo, o al menos minimizarlo, la única solución pasa por que los trabajadores adquieren las capacidades necesarias para complementar las máquinas, porque la carrera contra ellas está perdida.


Robert Gordon, economista de la Northwestern University, es de alguna manera el antagonista de Brynjolfsson: el tecnófobo. Defiende que el impacto de las tecnologías de la información se sobrevalora, y mucho, en relación con otras grandes invenciones: la máquina de vapor, la electricidad o el automóvil. Sostiene que se ha terminado la época del crecimiento basado en la innovación y que tendremos que aprender a convivir con economías estancadas, creciendo estructuralmente apenas un 0,2%.

Sin embargo, ver a Gordon como el apocalíptico que se hace notar saliéndose de la tendencia preponderante sería simplificar. Basa su razonamiento en cinco vientos en contra: la demografía, el nefasto sistema educativo que predomina en el mundo, los elevadísimos niveles de deuda, la creciente desigualdad social y la ya citada inaplicabilidad económica de la reciente innovación basada en las tecnologías de la información ("Nos prometieron autos voladores y tenemos 140 caracteres", que decía Peter Thiel).


Andrew McAfee es colega de Erik Brynjfolsson en el MIT. En su charla nos habla de la transformación del mercado laboral como consecuencia de la aplicación generalizada de las tecnologías de la información en todos los ámbitos de la producción y los servicios. Durante más de dos siglos, la amenaza de la desaparición del empleo en manos de la tecnología se ha repetido y nunca ha llegado a hacerse realidad. ¿Por qué ahora podría ser cierto? Porque el reciente desarrollo tecnológico abarca las capacidades intelectuales de los trabajadores humanos, y no solo las físicas como hasta ahora.

Para McAfee, en todo caso, son buenas noticias. La economía sigue creciendo al tiempo que el precio de muchos bienes y servicios bajan, incluso son gratuitos. Y sobre, todo, que los robots se encarguen por nosotros de las tareas más rutinarias permitirá liberar mucha creatividad humana para imaginar una sociedad totalmente nueva. ¿Podría ir algo mal entre este tsunami de optimismo? Sí, y de hecho ya lo está haciendo: el gran desacoplamiento que menciona Brynjolfsson, que puede conducir a la extinción de la clase media. Como posibles remedios, conceptos del tipo de la renta básica universal y, de nuevo, la Educación.


David Autor, también economista del MIT, aborda igual que McAfee el controvertido debate sobre el impacto en el empleo del desarrollo tecnológico. Autor no pone en discusión ese impacto, pero argumenta que la humanidad, como ha hecho varias veces antes, generará empleos diferentes que mantendrán - si no aumentarán - la demanda de trabajo humano.

Autor, por tanto, está seguro de que habrá empleo. ¿Pero esto significa que no debemos preocuparnos? En absoluto. En este punto, unanimidad con sus colegas del MIT: sí habrá trabajo, pero polarizado hacia los que demandan mayores capacidades y hacia los de menos valor (y, por tanto, peor remunerados), destruyendo los empleos de la clase media. Y, a estas alturas del post, ¿adivinas por dónde irán las soluciones que plantea Autor? Efectivamente, por la Educación.


Para cerrar, Ken Robinson no habla sobre la economía digital ni menciona los robots en su charla. No trata del Big Data ni de la inteligencia artificial. Nos cuenta, muy inspiradoramente, cómo hacer que la Educación escape del Valle de la Muerte. Porque, parafraseando al otro, "¡Es la Educación, estúpido!"


Historias de la semana: la innovación, los huaicos y la paradoja de la productividad


La semana comenzaba entre el barro de los desgraciados huaicos del norte del Perú, reflexionando sobre el difícil equilibrio entre las políticas de impulso a la innovación y desarrollo digital y la realidad de las infraestructuras más básicas en Latinoamérica.

Recursos públicos escasos: pese al crecimiento, el ratio impuestos/PIB en la región sigue 11,4 puntos por debajo de la OCDE, según un informe elaborado por la propia OCDE, la CEPAL y el BID. Complicado destinarlos a políticas de largo plazo. Por eso hay que aplaudir iniciativas como las de la Alianza del Pacífico alrededor de la innovación, ojalá conducentes a medio plazo a un mercado único digital.


Todo amante de los datos debería conocer Our World in Data. Publicaban esta semana una proyección de población en el planeta que nos lleva a los 11.200 millones de personas al final de este siglo. Esto quiere decir que durante los próximos ochenta años hay que construir viviendas, producir alimentos, suministrar agua potable, crear trabajos y generar energía para 4.000 millones más de humanos. ¿Será posible? Aunque quizás no lleguemos a entonces: la NASA nos cuenta que la superficie de hielo en los polos se ha hundido a mínimos históricos.


En mi tópico favorito de los últimos tiempos, el impacto social y económico de la transformación digital, varias publicaciones de interés. Parece que los abogados tampoco pueden estar tranquilos ante lo que se viene; aunque es probable que tengan más tiempo para reinventarse que los conductores de camiones, profesión en extinción que es la primera generadora de empleo en 29 de los 50 estados de los Estados Unidos.


Jordi Sevilla se hace una interesante pregunta: ¿Cuál es la responsabilidad de una persona electrónica (robot) cuando adopta decisiones autónomas que inciden sobre terceros? Pero más interesante todavía resulta el artículo de Ryan Avent en Medium: The productivity paradox.

Avent se sitúa en un punto intermedio entre los tecnoescépticos y los tecnófilos, pero llega igualmente a la misma conclusión: los salarios se estancan y la factura la pagan los trabajadores con menos capacidades. En sus propias palabras:

Given the structure of our social safety net, automation tends to increase poverty and inequality rather than unemployment.

Y añade un elemento más: la desigualdad y el estancamiento de los salarios no sólo dañan a los trabajadores menos cualificados, sino que dañan al propio crecimiento económico. Gordon y Brynjfolsson en la misma frase.

En este contexto en que la cualificación parece cada vez más decisiva en el futuro de las personas, dos publicaciones sobre Educación. Nos cuenta el BID cinco avances clave en el sistema educativo latinoamericano y el Banco Mundial cinco reformas que han funcionado en el mundo. Pero la realidad en Latinoamérica y Caribe es que seis de cada diez estudiantes de 15 años no saben usar fórmulas matemáticas básicas ni procedimientos o reglas para resolver problemas con números enteros. Quince años: la edad exacta en la que las chicas europeas pierden su interés en ciencias y matemáticas.

Como cierre, el inevitable capítulo para Uber. Los datos duros hablan del desplome del valor de las licencias de taxi en ciudades como Nueva York, Chicago o Sidney.

Sorry, pero los taxistas son el próximo Kodak, el próximo Blockbuster, por mucha resistencia que opongan o por mucho que traten de influir en la regulación. Lo resume muy bien Enrique Dans:

Al taxi como lo conocemos le quedan tres o cuatro años, y en ese plazo las cosas se van a poner feas, muy feas. Pero no porque nadie les tenga manía ni les odie, sino porque los tiempos han cambiado.

La semana que viene, más historias.

[Acreditación de la imagen de cabecera]

El desarrollo tecnológico y la cruda realidad del barro


Escribo estas líneas en un avión que me lleva desde Trujillo, vía Lima, hasta Santiago. Es viernes por la noche y el cansancio, después de una semana de viaje por tres países, hace mella.

Hace poco más de un par de horas, junto con algunos colegas, tuve que abandonar precipitadamente – siete personas en un taxi – el hotel en que me alojaba, en medio del caos. Un nuevo episodio de las riadas (huaicos en el sonoro castellano del Perú) que se han cobrado decenas de vidas estos últimos días en el norte del país se iniciaba: las autoridades habían dado la orden de desalojar el centro de la ciudad. En pocos minutos, el precioso casco histórico de Trujillo se encontraba totalmente inundado, cubierto de barro, agua y piedras.

Durante la mañana, había participado en un seminario – organizado por la Embajada de Japón en Perú y por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones – cuyo objeto era compartir la experiencia del Hub Digital de Temuco. Ante representantes de los tres niveles de la Administración peruana y de las universidades trujillanas, colegas de everis y autoridades del Gobierno de Chile explicamos cómo, en los últimos años, hemos logrado convertir la capital de la Araucanía en un polo de innovación abierta que, en estrecha cooperación con la Academia, desarrolla software de clase mundial y ya genera cuatrocientos empleos de alta calificación.


everis cuenta, desde hace poco más de un año, con un Centro de Alto Rendimiento de desarrollo de software en Trujillo, en el que trabajan cien jóvenes profesionales provenientes de las universidades de La Libertad. Presentando la iniciativa chilena a los actores locales, estamos dando un primer paso para crear el tercer nodo de la Red Latinoamericana de Hubs Digitales, tras el de Temuco y su spin-off especializada en Salud de Concepción, también en Chile.

El tremendo contraste de las situaciones vividas hoy, esa carrera entre el barro reseco de las lluvias de un par de días antes, invita a una reflexión profunda. En apenas unos minutos, un lugar se transforma.

Hasta poco antes del almuerzo, acoge el muy necesario debate público-privado sobre la innovación tecnológica como pilar para la evolución de un modelo productivo que se agota, para el paso de una economía basada en la extracción de recursos naturales a otra apalancada en el conocimiento. A primera hora de la tarde, muta en el dramático escenario que evidencia las enormes carencias en infraestructuras básicas de las que todavía adolece Latinoamérica. Carencias que, lamentablemente, motivan un inaceptable número de pérdidas humanas.


Surgen, entonces, las preguntas. En países como Perú y buena parte de sus vecinos latinoamericanos, ¿Es posible compatibilizar políticas de transformación del modelo económico con las imprescindibles actuaciones, estructurales y amplísimas, en infraestructuras básicas? ¿Puede priorizarse la asignación de recursos a la transformación digital sobre actuaciones elementales en vivienda, carreteras o canalizaciones hídricas? ¿Podemos exigirle a los máximos responsables políticos que sitúen en su agenda el desarrollo tecnológico por delante – o, al menos, a la par – de la cobertura de necesidades esenciales del presente?

Es evidente hacia dónde va el futuro. Y es evidente que ya llegamos tarde a ese futuro. Pero es que el presente es muy jodido.

¿Deberían pagar impuestos los semáforos?


¿Deberían pagar algún tipo de impuesto ad hoc estos tractores que cosechan solos o estas cosechadoras automáticas porque dejan sin empleo a agricultores? ¿O los camiones driverless porque van a dejar en la calle a casi nueve millones de personas en Estados Unidos? ¿Las oficinas de banca que ya operan sin empleados? ¿La propia Administración Pública, que también va a destruir puestos de trabajo? ¿Y estos robo-dermatólogos, que pueden ayudar a salvar muchas vidas?

¿Deberían pagar impuestos las centrales telefónicas? ¿Deberían cotizar a la Seguridad Social los semáforos, que reducen tareas de los policías de tráfico?

El impacto en la economía y el empleo de la robótica y la digitalización aumenta su presencia en los medios, copando páginas y páginas. Y más desde que, hace unas semanas, Bill Gates intervino en el debate abogando por gravar los robots para compensar la tributación que desaparece por la destrucción de empleo y para retrasar su incorporación a las empresas, dando tiempo a la generación de trabajos alternativos.

El Parlamento Europeo ha solicitado a la Comisión Europea el desarrollo de un marco legislativo que regule la creciente incorporación de robots a la actividad empresarial, aunque de momento ha rechazado la creación de nuevos impuestos.

La destrucción de empleo a manos del desarrollo tecnológico no es, desde luego, algo nuevo en la Historia. Desde que, hace algo más de cuatrocientos años, Isabel I de Inglaterra denegara a William Lee la patente de su máquina de tejer “porque llevaría a la ruina a sus súbditos, privándolos de empleo”, el debate se ha sucedido una y otra vez. Y, una y otra vez, el resultado ha sido un desplazamiento del trabajo y la creación neta de empleo.

¿Puede ser distinto esta vez? De entrada, el gran desacoplamiento es una realidad: el crecimiento de la economía y de la productividad ya no tiene su reflejo en el aumento de empleo y salarios. Y, por otro lado, los ritmos exponenciales que impone la Ley Moore generan una velocidad de cambio muchísimo mayor que en los precedentes históricos, quizás haciendo imposible la aparición de las especializaciones laborales de reemplazo.

Vayamos o no hacia una destrucción masiva de empleo por la automatización, no parece que la tasa a los robots sea el camino. Por dos motivos fundamentales.

En primer lugar, ¿cómo se define qué es un robot y qué no lo es? ¿Sería la cosechadora sujeto de ese impuesto? ¿Solo los algoritmos que hacen innecesarios a los agentes de bolsa? ¿Quizás los bots que terminarían con los humanos en la atención al cliente? ¿O el robo-dermatólogo? El problema es que la diferencia entre la tecnología que sustituye al trabajador humano y la que lo ayuda es muy sutil, si es que siquiera puede establecerse esa frontera.

Y en segundo, ¿podemos permitirnos poner un freno al progreso, desincentivar la innovación tecnológica, penalizar la inversión en las tecnologías de futuro? El crecimiento en los países desarrollados se ha ralentizado en los últimos años, la productividad se ha estancado: quizás el problema sea que la adopción tecnológica es incluso demasiado lenta. En palabras de Noah Smith:

The biggest problem right now isn’t too many robots, it’s too few. Taxing new technology, however it’s done, could make that slowdown worse.

Según yo lo veo, probablemente la solución tenga más que ver con el camino de políticas generalizadas de renta básica o impuesto negativo sobre la renta. No debemos olvidar que el gran riesgo no es tanto ese futuro distópico de una humanidad obsoleta, sino el inmediato y acelerado crecimiento de la desigualdad entre los que se ven afectados por la automatización y los que no.

Más o menos rápido, más o menos devastador, lo que es un hecho es que el cambio ya está aquí. El MIT experimenta con robots controlados por la mente y hasta los cocineros pueden tener insospechados rivales por su empleo dentro de no demasiado.

Los gobiernos tienen que impulsar medidas amplias, urgentes y de calado. Pero, en ningún caso, esas medidas deben ir en menoscabo del desarrollo tecnológico. La innovación hay que regularla, desde luego, pero no estrangularla. Evitemos caer en la robotofobia.

Desde que la humanidad tiene conciencia de sí misma, ha diseñado máquinas para sustituir el trabajo. Y siempre ha visto el proceso como una liberación, no como una subordinación […] Cuando fijamos impuestos sobre el trabajo a los robots es porque les estamos reconociendo como iguales, no como máquinas. De ahí la robotofobia. Como la xenofobia, se ceba con aquel que se piensa diferente pero en el fondo se percibe como igual.

¿Para cuándo un rol protagónico de las TIC en la acción ante desastres naturales?


Los recientes acontecimientos en Chile, en forma de repentinos aluviones y devastadores incendios forestales, han puesto de manifiesto de manera evidente, una vez más, la necesidad de acelerar la acción legislativa y de gobierno para dotar al país de un sistema de gestión integral de las situaciones de emergencia.

Necesidad que es compartida por todas las naciones de la Región. En la primera década de este siglo, además de la irreparable pérdida de vidas humanas, los desastres naturales en Latinoamérica y Caribe supusieron más de 35.000 millones de dólares en pérdidas económicas. Los recientes incendios en el centro de Chile, sin ir más lejos, han causado once muertos, 7.500 personas afectadas y unos costos superiores a los trescientos millones de dólares.

Cuando hablo de un sistema integral me refiero a que abarque todas las aristas que deben manejarse, antes, durante y después de la situación excepcional: la evaluación de los riesgos y la preparación de los planes integrales de respuesta; la alerta temprana, que en caso de catástrofes naturales permite ganar minutos que son valiosísimos y pueden salvar vidas; la respuesta eficaz y coordinada una vez que la emergencia se ha producido, basada en el intercambio oportuno de información en tiempo real, no solo entre las agencias implicadas en la acción, sino también hacia la población; y la recuperación de la zona afectada tras la catástrofe, en la que la planificación es también fundamental.

Integral, también, en el sentido de que aglutine y coordine a todas las instituciones que deban intervenir en cada etapa – sean de ámbito nacional, regional o municipal –, incluyendo los agentes privados implicados cuando corresponda.

E integral incorporando todas las tecnologías disponibles para facilitar la acción de las unidades intervinientes. Redes de telecomunicación redundantes que minimicen el riesgo de caída del servicio; redes de sensores como base para el monitoreo y la alerta temprana, complementadas con algorítmica y técnicas de Big Data; sistemas cartográficos avanzados para la evaluación de riesgos, simulación de desastres, formulación de planes de respuesta y seguimiento de las intervenciones; sistemas de información masiva a la población; un centro operativo y de control que integre todas las informaciones y señales desde/hacia la zona de emergencia…

Una de las referencias destacables a nivel mundial, en este último aspecto, es la acción que Japón ha venido llevando a cabo tras el terremoto y posterior tsunami de 2011, desarrollando planes maestros en las zonas afectadas para asegurar la continuidad operativa de la infraestructura crítica – principalmente energía y comunicaciones – con un uso intensivo de la tecnología. País con el que, por cierto, varios estados latinoamericanos mantienen acuerdos para la cooperación tecnológica en diversos ámbitos, entre otros en materia de prevención de desastres.

Así, no es de extrañar que, en Perú, en el marco del fortalecimiento del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD) que el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski está llevando a cabo, se esté produciendo un diálogo sobre las mejores prácticas del país nipón o se apruebe por ley la implementación de un sistema de mensajería de alerta temprana (SISMATE) de características similares a la plataforma equivalente japonesa.

Las catástrofes no se pueden evitar. Pero incorporando las mejores prácticas mundiales en su gestión, aprendiendo y adoptando innovaciones de países con un mayor nivel de desarrollo tecnológico y que deban enfrentar situaciones similares, sí estaremos en disposición de minimizar sus consecuencias. Y, a la vista de las cifras expuestas al inicio, además puede salir muy barato.

Twitter, presidentes y desarrollo digital


En los últimos meses, Twitter está más presente en las noticias por sus cambios en el máximo nivel directivo, por las dudas sobre su modelo de negocio o por sus problemas con los trolls que por la posición central que ocupa como plataforma de comunicación (sí, como plataforma de comunicación, no como red social): desde canal de relación con el cliente hasta altavoz de jefes de Estado vocingleros, pasando por el principal medio de información de muchas personas.

Yo mismo, junto con Feedly, uso Twitter como principal vía de conexión con la realidad que me rodea profesionalmente, a través de la utilidad de listas: para el que sienta curiosidad, enlazo la de Economía Digital o la de Gestión Pública, dos de las que más consulto.

Pero, con todos sus inconvenientes, Twitter es el centro del debate online. Incluidas, por supuesto, las temáticas políticas. Y, esta semana, dos tuits me han llamado la atención.

En primer lugar, el expresidente Ricardo Lagos y quizás candidato en las presidenciales chilenas de final de año, proponía a través de un tuit la creación una troncal de fibra óptica de alta capacidad a lo largo del país, como una de las políticas de largo plazo para el crecimiento económico y la generación de empleo.


Esta misma semana, el presidente argentino Mauricio Macri inauguraba el año legislativo. En su balance de gestión del poco más de un año que lleva en el Gobierno destacaba, como uno de los logros principales, la implementación del expediente electrónico en todos los ministerios del Gobierno Federal. Su Ministro de Modernización, Andrés Ibarra (quien ya formó parte del equipo de Macri que terminó con la tiranía del papel en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), lo tuiteba:


Qué bueno sería que, de manera natural, las políticas de desarrollo digital formaran parte integrante del núcleo de debate político durante los procesos electorales.

Qué bueno sería que, de manera natural, las políticas de desarrollo digital formaran parte integrante de las máximas prioridades de gestión de los jefes de Gobierno.

Quizás pensar que lo anterior sea posible en el corto plazo es pecar de ingenuo. Casi seguro. Pero, al menos por esta semana, lo digital ha estado presente en las agendas presidenciales. Aunque sea a través de Twitter.

[Acreditación de la imagen de cabecera]