La extinción de la clase media


Es fabulosa la capacidad de la televisión y el cine para incorporar a nuestro lenguaje términos y conceptos que llegan para quedarse. Desde que se estrenara en el año 2000 “La tormenta perfecta”, dirigida por Wolfgan Petersen y con George Clooney y Mark Wahlberg al frente del reparto, es rara la situación que acumula serias circunstancias adversas que no se describe con esas mismas palabras.

Tormenta perfecta es la que se cierne sobre ese cemento social que es la clase media, que observa cómo arrecian los vientos de la desigualdad ante la inacción de los gobiernos. Como en la película de Petersen, dos grandes perturbaciones de diferente naturaleza son las que se acercan a la nave de la ciudadanía, augurando efectos devastadores en el mediano plazo si no se toman las medidas necesarias.

Alrededor de una de ellas, los efectos sobre el mercado laboral de la automatización del trabajo, he escrito bastante en el último tiempo. Me he referido, por ejemplo, al gran desacoplamiento entre el crecimiento económico y los rendimientos del trabajo, término acuñado por Brynjfolsson y McAfee, autores del muy recomendable libro The Second Machine Age, cuyos contenidos principales resumo en este otro post. O a la llamada explícita de la Administración estadounidense a reaccionar a este fenómeno con políticas contundentes, en medio de los primeros experimentos serios de renta básica universal.

Al menos, esta radical e inquietante transformación de las condiciones laborales, sobre la que se está produciendo una permanente lluvia de artículos, se sitúa ya en la primera página de las agendas académicas y empresariales, aunque da la sensación de que no en las políticas.

Menos visible es la segunda de las tormentas, pese a que los Estados disponen de una capacidad mucho más directa de abordarla. El que es probablemente el instrumento más poderoso para luchar contra la desigualdad en el medio y largo plazo, la Educación, muestra síntomas muy preocupantes de estar produciendo el efecto contrario: una mayor inequidad.

Sirvan como ejemplo dos países, España y Chile, en las que la Educación es más un arma arrojadiza partidaria que una política de Estado. El sistema educativo español, además de producir mediocres resultados académicos, se sitúa en el pódium europeo de la exclusión social, generando una segregación que perpetúa la desigualdad. Por otro lado, Chile es el país latinoamericano en el que el sistema educativo presenta un mayor índice de desigualdad de oportunidades y que menos contribuye a la movilidad social.


En realidad, la situación general en Latinoamérica es muy preocupante, ya que el 50% de los jóvenes de 15 años no cuenta con los conocimientos esenciales para participar plenamente en la sociedad y la tendencia no acompaña: al ritmo actual de crecimiento en el nivel de desempeño, países tan relevantes como Uruguay, México, Brasil o Chile nunca alcanzará estándares OCDE.

Así pues, tenemos dos tormentas perfectamente complementarias dispuestas a colisionar: un mercado laboral en el que cada vez el nivel de cualificación demandado será mayor y un sistema educativo muy lejos de contribuir en la dirección adecuada.

Estos dos efectos de mediano plazo son globales, aunque el segundo mucho más acentuado en Latinoamérica que en los países desarrollados. Lamentablemente, en nuestra región converge un tercer factor, éste de corto plazo, que no viene sino a oscurecer el panorama.



Lo viene advirtiendo la CEPAL desde hace mucho tiempo: Latinoamérica es la región con menor progreso en redistribución de la riqueza durante los últimos veinte años. E insiste en un informe de hace apenas unos meses titulado significativamente Time to tax for inclusive growth:

in just six years’ time the richest 1% in the region will have accumulated more wealth than the remaining 99%

Efectivamente, da igual el gráfico que miremos, las políticas redistributivas latinoamericanas – políticas tributarias y transferencias – hacen mucho menos que las de los países desarrollados por reducir la desigualdad. A mí me gusta éste de ourworldindata.org:


Como se puede apreciar, en México y Chile, la desigualdad antes y después de la redistribución es prácticamente la misma, en duro contraste con los países más desarrollados. La CEPAL extiende este resultado a otros 14 países latinoamericanos:


La tormenta perfecta está en camino, imparable, directa. Urgen drásticos cambios en las políticas laborales, educativas, tributarias y sociales para hacerle frente si no queremos tener que recordar otro gran éxito de taquilla, Jurassic Park, y asistir a la extinción de la clase media.