El gran desacoplamiento
A raíz del post sobre inteligencia
artificial y renta básica universal, por un lado, y de la proliferación de
noticias en los medios sobre el experimento
finlandés (muy didácticamente descrito en este vídeo), por otro, he estado
leyendo bastantes artículos estos días sobre el impacto macroeconómico efectivo
de la economía digital, tanto en crecimiento y productividad como en empleo.
La controversia que suscita este tema es inmensa. De un
lado, los tecnoescépticos, que piensan que la
revolución digital todavía tiene que cumplir sus promesas en mejora de la
productividad y de los empleos o que califican
directamente de estafa la revolución tecnológica.
Del otro, la corriente general asume como un hecho más o
menos inmediato la enorme transformación que permitirá sustituir
a los humanos en la mitad de las actividades que conforman las ocupaciones
laborales actuales, e incluso se cuestiona si
el PIB sigue siendo un indicador válido para medir el crecimiento económico
en la era digital.
En el medio, un irredento optimista digital como Barack
Obama también
manifiesta sus dudas
But while these innovations have changed lives, they have not yet substantially boosted measured productivity growth
Dos de las voces destacadas del grupo más entusiasta son los
profesores del MIT Erik
Brynjolfsson y Andrew McAfee, quienes ya hablan sin paliativos de la Second
Machine Age. Quien quiera conocer su visión futura debería leer este su
último libro, pero yo quiero detenerme aquí en algo que han constatado y que
parece un hecho consolidado en la última década: el
gran desacoplamiento.
El gran desacoplamiento define una circunstancia económica
que se ha producido desde los noventa e intensificado durante los 2000. Pese a la
adopción masiva de la tecnología en los procesos productivos y en el consumo,
la economía y la productividad no crecen de manera significativamente distinta
(al menos tal como las miden las métricas tradicionales) pero, sobre todo, el empleo generado y el ingreso medio se
estancan o, incluso, decrecen. La gráfica es elocuente.
Y el argumento de los autores para explicar esta
circunstancia, simple:
[…] digital technologies have been able to do routine work for a while now. This allows them to substitute for less-skilled and -educated workers, and puts a lot of downward pressure on the median wage. As computers and robots get more and more powerful while simultaneously getting cheaper […] this phenomenon spreads, to the point where […] employers prefer buying more technology over hiring more workers. In other words, they prefer capital over labor. This preference affects both wages and job volumes. And the situation will only accelerate as robots and computers learn to do more and more […].
Es decir, la evolución tecnológica va a tener (está
teniendo) profundas consecuencias en la economía. Y quizás la más importante de
todas es que, mientras el progreso
digital hace crecer la economía, puede hacerlo empeorando sustancialmente la
situación de algunas (o incluso de muchas) personas.
No deja de parecerme curioso que esta discusión no esté plenamente
instalada en las agendas políticas y económicas, pese a que ya en 2012 Paul
Krugman avisaba
…but it’s time to get started, before the robots […] turn our society into something unrecognizable
y que, hace apenas un mes, la Oficina
Ejecutiva del propio Obama insistía
Aggressive policy action will be needed to help Americans who are disadvantaged by these changes and to ensure that the enormous benefits of AI and automation are developed by and available to all.
Todo esto en vísperas del inicio, la próxima semana, de la
VI edición del Congreso del Futuro
que impulsa la Comisión Desafíos del Futuro del Senado de Chile. Una excelente
iniciativa que reúne a destacados científicos y humanistas de todo el mundo
para discutir “acerca de los dilemas y desafíos que el futuro nos plantea hoy”.
Ojalá este tipo de encuentros sirvan para que los poderes
ejecutivo y legislativo de las naciones se sensibilicen sobre la necesidad de
anticipar todo este tipo de cambios en el diseño de las políticas públicas
para, como busca el Congreso del Futuro, orientar y habilitar a nuestra
sociedad para los desafíos que depara el siglo XXI.
Antes de que los robots la vuelvan irreconocible…
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