El futuro de la educación superior


La Universidad enfrenta fenómenos de todo tipo que desafían ya no solo la forma de operar de instituciones en muchos casos multicentenarias, sino incluso su propia existencia. Por una parte, están las tensiones económicas – a las que no son ajenas universidades públicas ni privadas – y también las demográficas. Por otra, las tendencias económicas, sociales y laborales que conjuntamente impulsan la globalización económica y la disrupción tecnológica. En tercer lugar, las posibilidades de la tecnología en el ámbito docente, que hacen cada vez más innecesario que miles de profesores en todo el mundo impartan la misma clase de una determinada materia matemática, química o lingüística.

En este contexto de profundo cambio, que lleva a algunos expertos a anticipar una fuerte reducción del número de universidades durante la próxima década, está abierta una profunda reflexión sobre su rol. Profunda e imprescindible: según la UNESCO, en 2025 habrá alrededor de 250 millones de estudiantes universitarios que requerirán instituciones académicas modernas y con una propuesta de valor plenamente adaptada a la realidad del mercado laboral y del entorno de emprendimiento que se proyecta hacia mediados de siglo.

La Universidad del 2030 debe concebirse como un ecosistema dinámico y abierto de aprendizaje y emprendimiento. Un ecosistema en el que los silos se difuminan, un ecosistema mucho más líquido que en la actualidad. Las actividades deben fusionarse y abrirse: docencia, investigación, transferencia, fomento del emprendimiento deben ser tratadas como un todo armónico en el que tienen cabida profesores e investigadores, alumnos y emprendedores, empresas y profesionales.

Pero la eliminación de la estanqueidad incide también en otros ejes. En el docente, en el que fronteras disciplinares y curriculares cada vez tienen menos sentido. En el geográfico, porque la mejor clase de cualquier tema está al alcance de cualquier estudiante en cualquier momento por medios digitales; y también porque la movilidad internacional de alumnos, profesionales y emprendedores es una tendencia en auge. Incluso en el temporal, porque la cada vez más necesaria actualización permanente de capacidades está convirtiendo a la Universidad en crecientemente intergeneracional. Caminamos hacia universidades globales y enormemente flexibles para hacer frente a demandas cada vez más diversas desde todas las perspectivas: intergeneracional, intercultural, interdisciplinar.

Paradójicamente, en este escenario de diversidad extrema, en el plano formativo la clave va a pasar por la personalización de la formación, por la individualización de metodologías y recursos de aprendizaje. La tecnología y un profesorado más volcado a la gestión de comunidades de emprendimiento, innovación y aprendizaje que a la docencia como la entendemos hoy día serán los factores decisivos.

En definitiva, el gran desafío que afronta la Universidad es reinventarse completamente para preparar a los estudiantes de hoy de cara a unas profesiones de mañana que todavía no conocemos. En palabras de Joseph Aoun, de la Northwestern University, a proporcionar una educación superior a prueba de robots.

[Acreditación de la imagen de cabecera: Emilie Foyer]