El desarrollo tecnológico y la cruda realidad del barro


Escribo estas líneas en un avión que me lleva desde Trujillo, vía Lima, hasta Santiago. Es viernes por la noche y el cansancio, después de una semana de viaje por tres países, hace mella.

Hace poco más de un par de horas, junto con algunos colegas, tuve que abandonar precipitadamente – siete personas en un taxi – el hotel en que me alojaba, en medio del caos. Un nuevo episodio de las riadas (huaicos en el sonoro castellano del Perú) que se han cobrado decenas de vidas estos últimos días en el norte del país se iniciaba: las autoridades habían dado la orden de desalojar el centro de la ciudad. En pocos minutos, el precioso casco histórico de Trujillo se encontraba totalmente inundado, cubierto de barro, agua y piedras.

Durante la mañana, había participado en un seminario – organizado por la Embajada de Japón en Perú y por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones – cuyo objeto era compartir la experiencia del Hub Digital de Temuco. Ante representantes de los tres niveles de la Administración peruana y de las universidades trujillanas, colegas de everis y autoridades del Gobierno de Chile explicamos cómo, en los últimos años, hemos logrado convertir la capital de la Araucanía en un polo de innovación abierta que, en estrecha cooperación con la Academia, desarrolla software de clase mundial y ya genera cuatrocientos empleos de alta calificación.


everis cuenta, desde hace poco más de un año, con un Centro de Alto Rendimiento de desarrollo de software en Trujillo, en el que trabajan cien jóvenes profesionales provenientes de las universidades de La Libertad. Presentando la iniciativa chilena a los actores locales, estamos dando un primer paso para crear el tercer nodo de la Red Latinoamericana de Hubs Digitales, tras el de Temuco y su spin-off especializada en Salud de Concepción, también en Chile.

El tremendo contraste de las situaciones vividas hoy, esa carrera entre el barro reseco de las lluvias de un par de días antes, invita a una reflexión profunda. En apenas unos minutos, un lugar se transforma.

Hasta poco antes del almuerzo, acoge el muy necesario debate público-privado sobre la innovación tecnológica como pilar para la evolución de un modelo productivo que se agota, para el paso de una economía basada en la extracción de recursos naturales a otra apalancada en el conocimiento. A primera hora de la tarde, muta en el dramático escenario que evidencia las enormes carencias en infraestructuras básicas de las que todavía adolece Latinoamérica. Carencias que, lamentablemente, motivan un inaceptable número de pérdidas humanas.


Surgen, entonces, las preguntas. En países como Perú y buena parte de sus vecinos latinoamericanos, ¿Es posible compatibilizar políticas de transformación del modelo económico con las imprescindibles actuaciones, estructurales y amplísimas, en infraestructuras básicas? ¿Puede priorizarse la asignación de recursos a la transformación digital sobre actuaciones elementales en vivienda, carreteras o canalizaciones hídricas? ¿Podemos exigirle a los máximos responsables políticos que sitúen en su agenda el desarrollo tecnológico por delante – o, al menos, a la par – de la cobertura de necesidades esenciales del presente?

Es evidente hacia dónde va el futuro. Y es evidente que ya llegamos tarde a ese futuro. Pero es que el presente es muy jodido.