Cuatro (+1) charlas TED para entender el futuro que se nos viene
Sobre Erik Brynjolfsson, director de la MIT Initiative on the Digital Economy, he escrito largo y tendido. Tecnooptimista, defiende que estamos en la segunda era de las máquinas, cuyo impacto económico y social será inmenso porque emplean tecnologías digitales, exponenciales y que escalan en red. Tres factores que, juntos, las hacen imparables. Brynfjolsson sostiene que todavía no hemos visto ni mucho menos su potencial, porque las innovaciones tardan en impactar en la productividad y el crecimiento, ya que requieren que los procesos a los que dan soporte igualmente se transformen.
Pero no todo son buenas noticias en la segunda era de las máquinas. El gran desacoplamiento entre la productividad y el empleo, entre la riqueza y los salarios, es un gran riesgo (si no una gran realidad) de que mucha gente se quede fuera del progreso. Para evitarlo, o al menos minimizarlo, la única solución pasa por que los trabajadores adquieren las capacidades necesarias para complementar las máquinas, porque la carrera contra ellas está perdida.
Robert Gordon, economista de la Northwestern University, es de alguna manera el antagonista de Brynjolfsson: el tecnófobo. Defiende que el impacto de las tecnologías de la información se sobrevalora, y mucho, en relación con otras grandes invenciones: la máquina de vapor, la electricidad o el automóvil. Sostiene que se ha terminado la época del crecimiento basado en la innovación y que tendremos que aprender a convivir con economías estancadas, creciendo estructuralmente apenas un 0,2%.
Sin embargo, ver a Gordon como el apocalíptico que se hace notar saliéndose de la tendencia preponderante sería simplificar. Basa su razonamiento en cinco vientos en contra: la demografía, el nefasto sistema educativo que predomina en el mundo, los elevadísimos niveles de deuda, la creciente desigualdad social y la ya citada inaplicabilidad económica de la reciente innovación basada en las tecnologías de la información ("Nos prometieron autos voladores y tenemos 140 caracteres", que decía Peter Thiel).
Andrew McAfee es colega de Erik Brynjfolsson en el MIT. En su charla nos habla de la transformación del mercado laboral como consecuencia de la aplicación generalizada de las tecnologías de la información en todos los ámbitos de la producción y los servicios. Durante más de dos siglos, la amenaza de la desaparición del empleo en manos de la tecnología se ha repetido y nunca ha llegado a hacerse realidad. ¿Por qué ahora podría ser cierto? Porque el reciente desarrollo tecnológico abarca las capacidades intelectuales de los trabajadores humanos, y no solo las físicas como hasta ahora.
Para McAfee, en todo caso, son buenas noticias. La economía sigue creciendo al tiempo que el precio de muchos bienes y servicios bajan, incluso son gratuitos. Y sobre, todo, que los robots se encarguen por nosotros de las tareas más rutinarias permitirá liberar mucha creatividad humana para imaginar una sociedad totalmente nueva. ¿Podría ir algo mal entre este tsunami de optimismo? Sí, y de hecho ya lo está haciendo: el gran desacoplamiento que menciona Brynjolfsson, que puede conducir a la extinción de la clase media. Como posibles remedios, conceptos del tipo de la renta básica universal y, de nuevo, la Educación.
David Autor, también economista del MIT, aborda igual que McAfee el controvertido debate sobre el impacto en el empleo del desarrollo tecnológico. Autor no pone en discusión ese impacto, pero argumenta que la humanidad, como ha hecho varias veces antes, generará empleos diferentes que mantendrán - si no aumentarán - la demanda de trabajo humano.
Autor, por tanto, está seguro de que habrá empleo. ¿Pero esto significa que no debemos preocuparnos? En absoluto. En este punto, unanimidad con sus colegas del MIT: sí habrá trabajo, pero polarizado hacia los que demandan mayores capacidades y hacia los de menos valor (y, por tanto, peor remunerados), destruyendo los empleos de la clase media. Y, a estas alturas del post, ¿adivinas por dónde irán las soluciones que plantea Autor? Efectivamente, por la Educación.
Para cerrar, Ken Robinson no habla sobre la economía digital ni menciona los robots en su charla. No trata del Big Data ni de la inteligencia artificial. Nos cuenta, muy inspiradoramente, cómo hacer que la Educación escape del Valle de la Muerte. Porque, parafraseando al otro, "¡Es la Educación, estúpido!"
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