Historias de la semana: poniendo números a los robots y descubriendo la nueva crisis urbana
Entre visiones que van de lo apocalíptico a lo
tecnoescéptico, viene muy bien el ejercicio que Daron
Acemoglu y Pascual Restrepo han hecho para cuantificar el impacto en el
empleo provocado por la robotización de la industria estadounidense. 670.000 puestos
de trabajo destruidos entre 1990 y 2007. O, lo que es lo mismo, cada robot adicional
por mil trabajadores reduce el ratio de empleo en 0,2-0,3% y el salario en
0,25-0,5%.
Como señalan los autores, incluso en las estimaciones más
agresivas que hablan de que el número de robots se cuadruplique entre 2015 y
2025, el empleo se reduciría en un 2% y los salarios en algo menos de un 3%.
Sin duda, un impacto enorme (la tasa de desempleo actual
en Estados Unidos es del 4,7%), pero muy lejos de hacer a los humanos
innecesarios.
No importa cuán precisa sea la estimación de Acemoglu y
Restrepo (porque no
siempre es fácil predecir lo que se viene alrededor de la tecnología). Lo
que viene a reforzar, una vez más, es que el principal problema generado por la
automatización no es el desempleo, sino la
desigualdad.
¿Cómo hacerle frente? La solución no pasa por la resistencia
a la innovación ni por el proteccionismo populista. Ni
por mirar para otro lado. Pasa por prepararse y abrazar los beneficios que traen
esas innovaciones. Como
plantea Justin Trudeau para Canadá. O como trata de hacer Chile, impulsando
la astroinformática en el desierto de Atacama o creando un hospital digital en
Concepción.
Mientras tanto, hay quien sigue empeñándose en ponerle
puertas al campo. Italia y Argentina,
cediendo ante los lobbies y negándose a abrazar los beneficios de la innovación,
han prohibido la operación de Uber en sus ciudades. Inútilmente, como el tiempo
se encargará de demostrar.
Las ciudades, quizás un nuevo e inadvertido driver de desigualdad. Richard Florida, de la
Universidad de Toronto está acuñando términos como New Urban Crisis o Superstar
Cities, a los que inmediatamente asociamos nombres como San Francisco o
Nueva York.
They are not just the places where the most ambitious and most talented people want to be—they are where such people feel they need to be.
Dice Florida que estas ciudades superestrella generan los
mayores niveles de innovación y atraen a inversores de todo el mundo. Pero esto
encierra una gran contradicción: mientras, efectivamente, son el motor de
crecimiento económico del mundo, se convierten en
lugares inasequibles para todos menos para los más pudientes.
También para reflejar esta circunstancia existen números.
Los publica el World Economic Forum en
este interesante artículo y se sintetizan visualmente en la siguiente
figura.
Así, mientras algunos piensan en la nueva crisis urbana, otros siguen alegremente publicando índices de
ciudades superestrella. Las
mejores para el mundo tecnológico (por cierto, con dos ciudades
latinoamericanas entre las 22 seleccionadas) o las más magnéticas. Parece que muchos no han
oído hablar de la enfermedad que se nos viene: la nueva crisis urbana.
No hay comentarios