Las puertas y el campo


Leo varios artículos de interés esta semana. En uno de ellos, se aprecia cómo los tradicionales yellow cabs de Nueva York realizan 60.000 viajes diarios menos que un año atrás (de un total de 400.000) mientras Uber crece en el mismo período 70.000 desplazamientos por jornada.

Por su parte, la RIAA (Recording Industry Association of America, la gremial de las discográficas estadounidenses) publica un informe que sitúa el streaming como la primera fuente de ingresos de la industria en 2015, con más de un 34% del volumen total.

En un estudio realizado con información recogida en 61 países, Nielsen indica que el 40% de la Generación Z (entre 15 y 20 años) y un 38% de los Millennials (de 21 a 34 años) planean cancelar la suscripción de televisión de su proveedor de cable en favor de servicios OTT como Netflix o Hulu.

Finalmente, leo un texto que describe cómo Airbnb ha incrementado las pernoctaciones en cinco años en un 35.300%, desde las 47.000 en verano de 2010 hasta los 17.000.000 en verano de 2015.

Sí, están las presiones de los lobbys, de los incumbentes, de aquellos que se sienten con el derecho a que su negocio sea intocable ante la innovación tecnológica, sean estos taxistas u operadores de telecomunicaciones. Y está la enorme lentitud con la que la legislación se adapta al cambio, siempre muy por detrás de la realidad.

Pero, pese a todo la digitalización de la economía es imparable. Fundamentalmente, porque no se le pueden poner puertas al campo.

[Publicado originalmente en Linkedin el 18 de abril de 2016]