Una necesaria Agenda Digital para la Alianza del Pacífico


La cumbre de presidentes de la Alianza del Pacífico celebrada en Puerto Varas (Chile) el pasado mes de julio arrojaba una excelente noticia: se establecía el mandato presidencial de elaborar e implementar una Agenda Digital de la Alianza del Pacífico.

Fruto de ese mandato, acaba de celebrarse en Santiago el Primer Diálogo Público-Privado de la Agenda Digital de la Alianza del Pacífico. Dos días de intenso trabajo, intercambio de opiniones y, sobre todo, conversación constructiva en los que he tenido el privilegio de participar.

Los desafíos que tienen que afrontar los cuatro países son inmensos, a la altura de la oportunidad que supone un espacio de integración económica, social y de innovación de 220 millones de habitantes y un PIB de casi dos billones de dólares con una fuerte base cultural común.

Cuatro son los ejes programáticos en torno a los que se estructura la elaboración de la Agenda Digital:

  • La economía digital, entendida como una componente transversal indivisible de la economía global.
  • El ecosistema digital, elemento habilitante de la economía digital, con un marcado peso de la normatividad común.
  • El gobierno digital, llamado a permitir que las administraciones respondan adecuadamente y se anticipen a las necesidades de los ciudadanos.
  • Y la conectividad digital, sobre la que se sustenta todo lo anterior.

Los temas de debate fueron numerosísimos, enriquecidos por las diferentes perspectivas en juego cuando a la mesa están sentados los gobiernos, las entidades multilaterales, las asociaciones gremiales, las empresas de servicios tecnológicos, los grandes gigantes de Internet o algunos de los protagonistas de la economía P2P, como Uber o Airbnb.


Así, el mercado digital de la Alianza, el apoyo a la innovación y el emprendimiento digitales, la ciberseguridad, las grandes infraestructuras de telecomunicación, el capital humano, la neutralidad de la red, los servicios al ciudadano, los datos abiertos... todos los tópicos obligados cuando se discute sobre esta materia estuvieron presentes en el diálogo.

Más allá de los contenidos específicos de los que se dote a la Agenda y de la priorización que se otorgue a las diferentes políticas diseñadas, existen desafíos que, a mi juicio, son decisivos en el buen transcurrir de la misma.

Empezando por su diseño estratégico, que debe ser puesto al servicio del objetivo principal de la Alianza:

Impulsar un mayor crecimiento, desarrollo económico y competitividad de las economías de sus integrantes, con miras a lograr mayor bienestar, superar  la desigualdad socioeconómica e impulsar la inclusión social de sus habitantes

Es imprescindible evitar la creación de una agenda que sea la suma de agendas nacionales y que tampoco puede ser la suma de agendas temáticas en torno a los ejes programáticos definidos, ambos errores muy presentes en las políticas nacionales. La transversalidad y los esfuerzos compartidos deben tener una presencia marcada en la Agenda Digital.

Precisamente la transversalidad es otra de las claves. Transversalidad nacional y temática, como ya se ha indicado. Transversalidad público-privada, tanto en el diseño y ejecución de las políticas como en la consideración del impacto de las medidas: las fronteras entre lo público y lo privado, en el ámbito digital, son cada vez más difusas. Transversalidad temporal, en el sentido de que sean políticas de Estado, permanentes, no sujetas a los vaivenes de los gobiernos de turno.

En tercer lugar, la imprescindible armonización de normativas, políticas y estándares. Desde esquemas tributarios y medios de pago hasta regulación de servicios digitales y de creación de empresas; desde bandas de espectro y tratamiento de la privacidad, hasta espacios de cualificaciones profesionales y compras públicas de servicios.

Y, last but not least, la gobernanza de la Agenda Digital, la definición de los instrumentos multilaterales - financieros, regulatorios, institucionales - que marcarán la diferencia entre otro bonito documento y una política que pueda transformar la realidad social y económica de la Alianza del Pacífico. Un modelo de gobernanza, por cierto, en el que la presencia privada se me antoja esencial. Sin duda, un reto no menor a la vista de los cócteles institucionales asociados al desarrollo digital en alguno de los países miembros.

En fin, un apasionante desafío por delante. Un desafío que, de afrontarse con éxito, marcará una senda de transformación imparable en Chile, Perú, Colombia y México. De momento...